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el sol calienta la cordillera que me enviaste
esta tarde


no perecerá en el mar del norte
ni en el negro
ni en el mar de irlanda


no descansarán su fatiga las sirenas
mientras consumen sus cantos lúgubres en su regazo
ni los confiados delfines
ni los pescadores perdidos
acometerán con su última y trágica danza


no habrá paz en el océano esta tarde
con su consecuente noche
la oscuridad será más azul en el lecho marino
bestias no catalogadas saldrán de sus refugios a sembrar
terror


el sol
ha decidido sucumbir en la cordillera que empieza en tus pies
pintarla esta tarde de rojo


y acaba en tus caderas
en una caricia firme, lenta e inagotable