Nuevos aires de poesía... el Androide y yo!



Pienso en los antiguos cantores de poemas de miles de versos que congregaban al pueblo entero en el centro de la plaza para recitar la vida de algún héroe. Pienso e intento imaginar su espectáculo de varios días: viejos ciegos, vagabundos malolientes que de esa forma se ganaban la vida.

La poesía, en medio de la lluvia de avances tecnológicos, que parecen destruir lo que no esté a su altura, a la altura de la época, y dejarlo atrás, para reconstruir un nuevo presente empapelado de aplicaciones y códigos de programación, puede ser una de las grandes beneficiadas, con una sorprendente posibilidad o potencial: volver a la esencia misma de la palabra, descubierta de accesorios (la letra, la impresión, el poeta incluso) para entregarse a la palabra misma que puede ser transmitida hasta por lo que fuera: un cyborg, un androide, el que duerme, por ejemplo, en nuestro ordenador de mesa, en nuestro Iphone, etc. 

¡Dejemos a la poesía fluir sin el autor! ¡Despersonalicemos el poema e intentemos entregarnos a su mensaje limpio, esencial, impersonal y neutral del trovador ordenador que interpreta los códigos que se hacen palabra y que, mágicamente, seguirán transmitiendo sentido, sentimiento, sensaciones!

He ahí la experiencia poética que nuestra época nos revela o nos recuerda, como despertándonos de un sueño largo de varios siglos, porque ¿de qué rayos se trata la poesía y qué más cercano a un viejo cantor de cantares que el androide de la casa?





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