Poética: "Poesía es más allá", en Kokoro # 8


Kokoro es una revista de literatura que se edita desde Barcelona bajo la dirección de Laia López Manrique. Acaban de lanzar su octavo número, cuyo monográfico está dedicado a los Agujeros.  Hay infinidades de tipos de agujeros: la poesía es uno de ellos. Probablemente el agujero más punteagudo que apunta a nuestro interior pero sobre todo nos atraviesa. Y por ese camino, o túnel, es por donde pasan las emociones que cantamos.

Intentando una colaboración para este número, rescaté la poética que escribí para ser leída en la presentación de mi libro Pueblo Joven II (Lima, Nos Es Nada ed., 2013), en París, en la galería Edifor, gracias a mi gran amigo y aún más grande poeta, Elqui Burgos, y a su mujer Françoise Tuiller. Para acompañar el texto, realicé para los Kokoro un video donde hay muchos agujeros. He aquí el enlace directo a mi colaboración. Y a continuación, el video y el texto.

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Poesía es más allá






I.

Imagina un horizonte. Tú horizonte. Estás frente a él, y levantas la cabeza. Lo miras fijamente como apuntándole entre los ojos.

Él te grita, te llama por tu nombre y tú quieres alcanzarlo. Acércate. Estira los brazos, las manos, los dedos. Toma coche, tren o avión. Y date por vencido: el horizonte siempre está más lejos.

Y no hablo sólo de distancia espacial, sino también de tiempo: hablo de más allá.

Y sin embargo escuchas ese grito que te llama, que no es un grito sino más bien eco. Él eco de nuestros antepasados, de nuestra gran comunidad de muertos: el eco de, nuestra, historia; que viene, que siempre viene, que amenaza por llegar, pero nunca llega, porque Horizonte siempre está más allá, y viaja más rápido que su eco.



II.

El sentimiento poético nace de contemplar ese horizonte, de la conmoción frente a lo imposible que además es inalcanzable.

Querer llegar a ese horizonte es impulso poético, y expresarlo: POESÍA.

Poesía es la respuesta al llamado del horizonte que cada uno lanza, una respuesta frustrada propia de seres de carne y hueso, además con intelecto, que es lo peor.

Poesía para mentar lo que no podemos tocar, que está delante nuestro, tan cerca y a la vez tan lejos, que parece huir pero que no se mueve.

Poesía para hablar con nuestro horizonte.

Poesía para hablar solo.



III.

Poesía intenta tocar el horizonte, recrearlo, darle forma con los elemento fangosos de las puras entrañas. Configura lo etéreo, crea un yo que llega más lejos, un yo que desciende, o sube, pero que

siempre arriba más allá.

Nadie nunca ha podido volver de más allá con juicio para contarlo. Los pocos que lo lograron retornaron sobrenaturales para no quedarse con nosotros sino saltar al árbol.

El poeta no es árbol, pero canta sus frutos.



IV.

Nosotros, bestias humanas, formamos parte de un tiempo y lugar, somos esencia de nuestro tiempo y espacio, la pepa que late en la historia. Somos el aquí y ahora, incluso si eso no es más que pasado y jamás futuro.

Y sin embargo, el esfuerzo insensato del poeta por alcanzar el horizonte es, a su vez, su condena y salvación. Él puede mejor que cualquiera estar más allá de allá y por tanto, volverse eslabón y bisagra.

Más adelante siempre el poeta que tiene que dialogar con dos espacios y tiempos: el de aquí, el suyo, y el de allá, que está adelante en dirección a su horizonte.

Pobre ser que los soportará sobre sus espaldas. Pobre ser que morirá aplastado.

Y a la vez afortunado que puede estar más allá del acá y por ende, no evadirse sino absolverse de su tiempo.



V.

El poeta es un visionario que no está en su tiempo estándolo. Habla de su tiempo sin referirse a él, porque en su palabra está el suyo y el otro, el de adelante, que terminará viniendo, cuando para él sea tarde.

El poeta habla de su mundo y del otro, de lo concreto e intangible, de lo que puede sentir y de lo que no sabe si siente todavía.

El poeta está más lejos en su camino para llegar más allá.

El poeta es un primitivo del tiempo que siempre empieza.



VI.

La poesía es eterna, en el sentido histórico de las palabras: tiene principio y final, y nosotros estamos dentro. Para ella nosotros no somos eternos; en cambio, para nosotros ella sí.

No es por poesía, pues, que ella parece haber perdido sentido: gente que la entiende estéril, vacía página en blanco o plumífera almohada costosa, gente que está por todos lados moviendo la boca.

Es por su tiempo.

Seres los nuestros que exigimos utilidad en las cosas, que antes luchamos y nos entregamos al sueño concreto del bienestar, del lado que sea, seres los nuestros que hemos vaciado nuestra existencia, hemos de encontrar no más que vacío en el camino hacia el horizonte.

Si el horizonte tenía color del vacío, habríamos de escribir vacío.

Me refiero a aquella frase como estética que triunfó en los 90 y que sigue resonando en las mentes de paja: “la poesía no sirve para nada”.

¡Y para nada servían sus poetas!

Cada tiempo con su poesía. Y para el nuestro: una nueva.



VII.

Nuestro nunca es efímero. Y la poesía despertó.

Hela ahí, en medio: delante de nosotros y de Horizonte; con todo el poder de anticipar el nuevo tiempo.

¡Quítate de la cabeza revoluciones o sometimientos!

Nuestro nuevo tiempo no es tan banal. Exige una reinterpretación, reconfiguración, actualización, modelización, redefinición de la esencia misma del ser humano.

Ahí se alza la poesía con licencia para dialogar.

Posmodernos con la piel colgante, poshumanos en la playa del invierno, transhumanos corazón de plata, hyperhumanos de cabellos eléctricos, han de utilizar no sólo la cuántica para dar forma al último de nuestros futuros. También la poesía.

Y eso es algo en lo que hasta el más cyborg con pelos en las axilas está de acuerdo.



LA POESÍA ES MÁS ALLÁ.


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