Una otra ooopinión...



Lamento la muerte de esas 12 personas (que además eran periodistas, dibujantes, trabajadores, policías). Me horroriza la masacre y LA CONDENO DE TODO CORAZÒN. Pero yo no soy Charlie. Nunca me gustó cómo insultaban al islam, y a toda religión, con sus dibujos en pos de un laicismo integrista. Me parecía de un populismo racista, fácil y agresivo, lleno de estereotipos que insistían en la bestialidad del otro. Un humor grotesco y esperpéntico que me hacía pensar en los cómicos callejeros peruanos que no dicen 2 palabras sin que una sea caca, poto, pinga o conchetumare. No. Tampoco me siento afín un cómico ambulante peruano.

Yo me considero laico, pero no por eso superior a nadie, ni a creyente ni a político ni a animal. Pensar que el laicismo nos da la autoridad para atropellar, insultar, ofender a cualquier creyente es caer en la misma intolerancia radical que se denuncia de los integrismos religiosos. Y que no es otra cosa que no respetar la diferencia: algo tan básico y ligado a la libertad, palabra que a partir de la masacre, la he escuchado muchas veces en boca de políticos sin que me haga pensar en nada.

Tal vez haya gente que puede fácilmente identificarse, declararse y reconocerse otro. Yo no. Yo necesito creer en lo que ese otro cree, sentir lo que ese otro siente, estar dispuesto a hablar por ese otro, tomar su palabra. Hoy salí a correr por La Défense. Todo parecía normal. Un ajetreado día. Los oficinistas de un lado para el otro. Los turistas posaban y tomaban fotos a las mismas cosas. Pero había algo diferente. Los paneles publicitarios luminosos, intercalaban a sus anuncios de las rebajas el mensaje que desde ayer está en todos lados: Je suis Charlie. Yo no podía, por más que lo intentaba no lograba hacer mía esa frase. Yo soy Luis o Miguel (depende del país). No soy Charlie.

Y es verdad. Nunca me consideré cercano a su postura radical, ni a su espíritu, ni a lo que deseaban comunicar. Y aunque tampoco les di mucha importancia, sus dibujos me causaban dolor ajeno. El de aquellas personas que, intuía, podían sentirse agredidas y ofendidas.

Si se trata de condenar la matanza, la condeno. Si se trata de confesar el horror y la conmoción que me produce, los confieso. Si se trata de desear que nada similar pase en Francia ni en ningún otro país del mundo, lo deseo. Y todo esto son obviedades. Pero no me pidan ser Charlie. Porque ¿Qué significa ser Charlie? Una de las cosas que se me viene a la mente es que significa solidarizarse con las víctimas y dolor de sus familiares. Yo lo hago. A la vez, con la conmoción de una nación, en donde vivo, y que ha sido herida en uno de sus pilares: la libertad (de expresión). Yo me solidarizo con las víctimas, sus familiares y esta nación, pero como Luis Miguel.

Quiero a Perú, quiero a España donde viví 11 años y Francia, después de 5, está entrando en mi corazón. Pero no me pidan decir algo que para mí es darle la razón a un pensamiento (el de la revista) que no comparto. Porque Charlie es una publicación, por encima de las 12 personas que han muerto. Charlie no ha muerto, han muerto 12 personas. De hecho, Charlie continuará con mucha más fuerza y protección y tendrá trato de héroe editorial. Acaba de anunciar que saldrá la semana que viene con más de 1000000 de ejemplares, cosa esperable y aplaudible. El problema estará en que si con toda esa flamante y reforzada armadura, continúa a atacar con más amargura el islam, fomentando aún así radicalismos, odios, violencia.

Por eso me alegra ver la inteligencia y tacto que están teniendo la mayoría de periodistas y comentaristas televisivos (al menos todos los que he visto), llamando ante todo a la cordura y sensatez, a no sacar conclusiones anticipadas ni mucho menos incitar acciones aisladas. Pese a todo no se ha podido evitar ataques a lugares de culto musulmán, ni otro ataque contra la policía francesa con el saldo de una víctima, una joven practicante.

Es muy fácil caer en radicalismos y repetir frases y discursos que de boca en boca, cada vez que se pronuncian, pierden un poco de sentido.

Lo que esta masacre al final tiene que llevar es a un debate claro y profundo sobre las causas que desencadenaron esta horrible tragedia para, de alguna manera, evitar otras en el futuro. De este modo, el sacrificio de esas personas no habrá sido en vano.

[A propósito de esto, no quería dejar de hacer mención de que en mi país de origen, Perú, hay varios casos de muertes y agresiones a periodistas que investigaban casos de corrupción. Por si a alguien le interesa.]





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