Discurso de Putin: Valdai Discussion Club 2014 (Sotchi) [transcripción en español]



Hace algo de un año, transcribí el discurso completo que Putin pronunció en la conferencia de Club Valdai de 2014. Lo hice motivado por la viralización que algunos resúmenes del discurso alcanzaron. Estos trasladaban al lector del temor a la esperanza y de nuevo al temor y otra vez a la esperanza. Fue catalogado por muchos como el mejor discurso de Putin, un discurso histórico que cambiaba el orden del juego de la política y economía internacional. No podía ser de otra forma: la recepción en occidente de Putin deambula entre el odio y la adoración.


Como no me gusta que me cuenten cuentos, busqué dicho discurso. Evidentemente me fue imposible dar con el subtitulado completo en español. Por lo que me puse manos a la obra. Por suerte sí existía el discurso completo subtitulado al francés, cuya versión en la actualidad lamentablemente no se encuentra; cuya traducción al español es la que pego a continuación. 

(Antes un video con una transcripción al francés que no puedo asegurar que corresponda exactamente a la que yo traduje)


Un año después, difundo el discurso traducido al español, esperando que le sirva a alguien.

Queridos colegas, señoras y señores, queridos amigos.
Es un placer acogerlos en la XI° reunión del Club ValdaÏ. Ya se ha mencionado que el Club tiene nuevos coorganizadores este año, que comprenden organizaciones no gubernamentales rusas, grupos de expertos y grupos de grandes universidades. De igual manera se ha sugerido expandir las discusiones hacia asuntos que no son únicamente relacionados con Rusia, sino también con la política y economía mundial. Espero que estos cambios en la organización y contenido de las sesiones reforzarán la influencia del Club como foro de discusiones y de expertos de primer nivel. A la vez, espero que “el espíritu de Valdaï” se conserve: esta atmósfera libre y abierta, esta oportunidad de expresar toda clase se opiniones muy distintas y sinceras. Permítanme decir en vista de esto que no voy a decepcionaros y que hablaré directa y francamente. Algunas de mis palabras parecerán un poco rudas, pero si no hablamos directa y honestamente de lo que pensamos de verdad, entonces es totalmente inútil mantener estas reuniones. Sería preferible, en ese caso, contentarse con encuentros diplomáticos, donde nadie dice nada que sea un real alcance y, retomando las palabras de un célebre diplomático, donde nos damos cuenta que los diplomáticos no tienen una lengua hecha para decir la verdad. Nosotros nos reunimos por otras razones. Nos reunimos para hablar francamente. Tenemos la necesidad de ser directos y francos hoy en día, no para lanzarnos dardos, sino para intentar dar luz sobre lo que pasa en el mundo, de intentar comprender por qué el mundo es cada vez menos seguro y además imprevisible, y por qué los riesgos aumentan por todos lados a nuestro alrededor. Los debates de hoy se sostienen sobre el tema: ¿Nuevas reglas o juego sin reglas? Pienso que esta fórmula describe con precisión el giro histórico al que hemos llegado y la elección a la que estamos todos enfrentados. Desde luego, no hay nada nuevo en la idea de que el mundo esta cambiando muy rápidamente. Sé que es algo de lo que han hablado durante los intercambios del día de hoy. Es en verdad difícil no darse cuenta de las transformaciones dramáticas en la política mundial, en la economía, en la vida pública, en la industria, la información y las tecnologías sociales. Permítanme pediros desde ya perdonarme si repito lo que algunos participantes de la discusión han dicho ya. Es prácticamente inevitable. Han llevado ya discusiones detalladas pero voy a exponer mi punto de vista. Coincidirá con el punto de vista de algunos participantes y divergirá en otros. Mientras que analizamos la situación actual no olvidamos las lecciones de la historia. Para empezar, los cambios en el orden mundial. Todo lo que vemos actualmente constituyen acontecimientos de esta amplitud. Han sido acompañados si no por una guerra y conflictos a escala mundial, al menos por un encadenamiento de conflictos locales internos. Segundo, la política mundial es antes que nada una cuestión de liderazgo económico, de guerra y de paz, con una dimensión humanitaria, que incluye los Derechos del Hombre. Hoy en día, el mundo está lleno de contradicciones. Debemos se francos al preguntarnos mutuamente si tenemos un tejido de seguridad fiable y puesto en plaza. Lamentablemente, no hay ninguna garantía ni certitud de que el sistema actual de seguridad mundial y regional esté a la medida de protegernos de las convulsiones. Este sistema ha sido gravemente debilitado, fragmentado y deformado. Las organizaciones internacionales y regionales de cooperación política, económica, y cultural atraviesan de igual manera tiempos difíciles. Sí, un gran número de mecanismos actuales que apuntan a asegurar el orden mundial han sido creados hace tiempo, incluso inmediatamente después de la Segunda Guerra mundial. Permítanme señalar que la solidaridad del sistema creado en aquel momento descansaba no solo sobre el equilibrio de fuerzas y derechos de los países vencedores, también sobre el hecho de que los “padres fundadores” de ese sistema se respetaban mutuamente, no intentaban meter presión sobre los demás, sino intentaban alcanzar acuerdos. Lo esencial es que ese sistema debe desarrollarse, y pese a sus diversas lagunas debe al menos ser capaz de mantener los problemas mundiales actuales en ciertos límites y de regular la intensidad de la competencia natural entre las naciones. Estoy convencido de que no podíamos tomar ese mecanismo de freno y contrapeso que hemos construido a lo largo de los últimos decenios, a veces con grandes esfuerzos y dificultades, y simplemente destruirlo sin nada construir en su lugar. Sino, resultaríamos sin otros instrumentos que la fuerza bruta. Lo que debimos hacer era proceder a una reconstrucción racional y adaptarla a las nuevas realidades del sistema de relaciones internacionales. Pero los Estados Unidos, habiéndose declarado ellos mismos vencedores de la Guerra Fría, no vieron la necesidad. En lugar de establecer un nuevo equilibrio de fuerzas, esenciales para mantener el orden y la estabilidad, tomaron medidas que tiraron el sistema en un desequilibrio marcado y profundo. La Guerra fría llegó a su sin, pero no llegó a su fin con la firma de un tratado de paz que contuviese acuerdos claros y transparentes acerca el respeto a las reglas existentes o la creación de un nuevo conjunto de reglas y normas. Ello creó la impresión de que aquello que se llamaban a sí mismos “vencedores” de la Guerra Fría habían decidido forzar los acontecimientos y remodelar el mundo con el fin de satisfacer sus propias necesidades e intereses. Cuando el sistema actual de relaciones internacionales, el derecho internacional y los frenos y contrapesos ponían obstáculos a sus objetivos, dicho sistema era declarado sin valor, obsoleto que requería una demolición inmediata. Perdonen la analogía, pero es la forma en la cual los nuevos ricos se comportan cuando se encuentran de pronto con una gran fortuna, en este caso bajo la forma de un liderazgo y de una dominación mundial. En lugar de administrar su patrimonio inteligentemente, desde luego también para su propio beneficio, creo que cometieron muchas locuras. Hemos entrado en un periodo de diferentes interpretaciones y de silencios deliberados en la política mundial. El derecho internacional muchas veces ha si forzado a recular. La objetividad y la justicia han sido sacrificadas en aras del oportunismo político. Al mismo tiempo, la completa influencia sobre los medios masivos mundiales han hecho posible cuando se deseaba, presentar lo blanco como negro y lo negro como blanco. En una situación donde tienen la dominación de un país y de sus aliados, o sobre todo de sus satélites, la investigación de soluciones globales se ha a menudo transformado en una tentativa de imponer sus propias recetas universales. Las ambiciones de ese grupo se convirtieron tan grandes que comenzaron a presentar las políticas que ellos elaboraban en sus corredores del poder como el punto de vista convergente de la comunidad internacional. Pero este no es el caso. La noción misma de “soberanía nacional” se ha transformado en un valor relativo para la mayor parte de los países. En esencia, lo que se propuso era esta fórmula: a más lealtad al régimen en curso, más grande será su legitimidad. Nosotros tendremos la ocasión de debatir y podrán hacerme preguntas. Que nadie dude a decir si me equivoco. La medidas tomadas contra aquellos que rechazan someterse son bastante conocidas y han sido probadas y ensayadas numerosas veces. Estas comprenden el uso de la fuerza, la presión económica y la propaganda, la injerencia en los asuntos internos, y el llamado a una especie de legitimidad “supra-legal” cuando tienen necesidad de justificar una intervención ilegal o derrocar regímenes molestos. Últimamente, tenemos cada vez más pruebas el chantaje puro y simple que a sido igualmente utilizado contra numerosos dirigentes. No es por nada que el “Gran Hermano” gaste miles de millones de dólares en vigilar el mundo entero. Comprendidos sus propios aliados más cercanos. Preguntémonos cuán cómodos estamos con todo aquello, a qué punto estamos en seguridad, cuantos de nosotros estamos felices de vivir en un mundo así, a qué grado de justicia y de racionalidad hemos llegado. ¿Ta vez no tengamos verdaderas razones para preocuparnos, de debatir y hacer preguntas embarazosas? ¿Tal vez la posición excepcional de los Estados Unidos y la manera en la cual maneja su liderazgo es en verdad una bendición para todos nosotros, y que su injerencia en los acontecimientos del mundo entero lleva a la paz, la prosperidad, el progreso, el crecimiento y la democracia, y nosotros debemos tal vez solamente tranquilizarnos y aprovechar de todo aquello? Permítanme decir que no es el caso, absolutamente no. Un dictado unilateral y el hecho de imponer sus propios modelos a los otros produce resultados inversos. En lugar de arreglar los conflictos, aquello conduce a su escalada; en lugar de Estados soberanos y estables, vemos la propagación creciente del caos; en lugar de la democracia, hay un apoyo hacia un público muy dudoso, pasando de neo-fascistas confesos a islamistas radicales. ¿Por qué apoyan a individuos como ellos? Lo hacen porque deciden utilizarlos como instrumentos en vía de la realización de sus objetivos, pero al momento se queman los dedos y dan marcha atrás. Yo no paro de sorprenderme de la forma en la que nuestros socios no paran de andar sobre el mismo rastrillo, como decimos acá en Rusia, es decir, cometer los mismos errores una y otra vez. Ellos, en su momento, apadrinaron movimientos islámicos extremistas para combatir la Unión Soviética. Esos grupos s formaron en combate y fortalecieron en Afganistán y más tarde dieron origen a los Talibanes y a Al-Qaeda. Occidente si no los ha apoyado, al menos, a cerrado los ojos a todo aquello y, diría, a proporcionado información y apoyo político y financiero a la invasión a Rusia y a países de la región de Asia central por terroristas internacionales –no lo hemos olvidado. Es solamente después de los horribles ataques terroristas cometidos en suelo americano mismo que los Estados Unidos han tomado conciencia de la amenaza colectiva del terrorismo. Permítanme recordarles que fuimos el primer país en dar apoyo al pueblo americano en la época, el primero en reaccionar como los amigos y socios después de la terrible tragedia del 11 de septiembre. Durante mis conversaciones con los dirigente americanos y europeos, hablé siempre de la necesidad de luchar contra el terrorismo, de considerarlo como un reto a escala mundial. No podemos resignarnos y aceptar esta amenaza, no podemos cortarla en pedazos separados sin lógica ni sentido. Nuestros socios han expresado su aprobación, pero luego de un tiempo nos hemos visto de nuevo en el punto de inicio. Primero fue la operación militar en Irak, después Libia, que fue puesta al borde del abismo. ¿Por qué Libia ha sido reducida a esta situación? Hoy día es un país en peligro de desmantelamiento y que ha sido convertido en terreno de entrenamiento para terroristas. Solo la determinación y la inteligencia de la dirección egipcia actual ha salvado del caos y de la influencia terrorista a ese país clave. En Siria, como en el pasado, los Estados Unidos y sus aliados han comenzado a financiar y armar directamente a los rebeldes y les han permitido ampliar sus filas por mercenarios provenientes de diversos países. Permítanme que les pregunte ¿de dónde esos rebeldes obtienen dinero, sus armas y especialistas militares? ¿De donde viene todo aquello? ¿Cómo el Estado Islámico a llegado a convertirse en un grupo tan poderoso, de hecho, una verdadera fuerza armada? En cuanto a los recursos de financiamiento, en la actualidad, el dinero no viene más únicamente de la droga, cuya producción aumentó no en unos puntos de porcentaje sino en proporciones considerables desde que las fuerzas de coalición internacional intervinieron en Afganistán. Ustedes están al corriente de todo ello. Los terroristas obtienen igualmente dinero vendiendo petróleo. El petróleo es producido en el territorio controlado por terroristas, que lo producen, transportan y venden a precios de dumping. Pero otros compran ese petróleo, lo revenden y sacan provecho sin pensar en el hecho que financian de esta manera terroristas que podrían venir tarde o temprano a su propio territorio y sembrar destrucción en su propio país. ¿De dónde obtienen nuevos reclutas? En Irak, después de que Saddam Hussein fue depuesto, las instituciones del Estado, comprendidas la armada, fueron dejadas en la ruina. Nosotros dijimos, en su momento, sean muy prudentes. Ustedes pondrán la gente en la calle y ¿qué van a hacer ellos? No olviden que formaban parte de la dirección de un gran poder regional, y ¿de qué viven ellos ahora? ¿Cuál fue el resultado? Decenas de miles de soldados, de oficiales, de antiguos militantes del partido Baas, se encontraron en la calle y hoy día han pasado a formar parte del Estado Islámico. Rusia a advertido varias veces acerca de los peligro de acciones militares unilaterales, de la intervención den los asuntos de Estados soberanos, y de los coqueteos con extremistas radicales. Hemos insistido para que los grupos que luchan con el gobierno sirio central, sobre todo el Estado Islámico, sean inscritos en la lista de organizaciones terroristas. ¿Pero obtuvimos el más mínimo resultado? Nosotros lanzamos avisos en vano. Hemos tenido a veces la impresión de que nuestros colegas y amigos luchan constantemente con las consecuencias de sus propias políticas, y que gastan sus esfuerzos en el manejo de riesgos que ellos mismos han creado, pagando un precio cada vez más elevado. Queridos colegas, este periodo de dominación unipolar ha demostrado de manera convincente que el hecho de tener un solo centro de poder no hace los procesos mundiales más fáciles a manejar. Al contrario, este tipo de construcción inestable ha mostrado su incapacidad de luchar contra las amenazas reales como los conflictos regionales, el terrorismo, el tráfico de droga, el fanatismo religioso, el chauvinismo y el neo-nazismo. Al mismo tiempo, ha abierto un largo camino a orgullos nacionales exacerbados, a la manipulación de la opinión pública y al maltrato y la opresión de los débiles por parte de los fuertes. El mundo unipolar es simplemente un medio de justificar la dictadura sobre los individuos y naciones. El mundo unipolar se ha comprobado una carga muy áspera, Muy áspera e inmanejable incluso por su jefe auto-proclamado. Razones por las que vemos, en esta nueva etapa de la historia, intentos de recrear la imagen de un mundo quasi-bipolar como modelo cómodo para perpetuar el liderazgo americano. Poco importa quién toma el lugar del centro del mal en la propaganda americana, poco importa quién remplace la ex-URSS como principal adversario. Podría ser Irán, China o Rusia. En la actualidad, asistimos a nuevos esfuerzos por fragmentar el mundo, diseñar nuevas jerarquizaciones, reunir coaliciones que no son hechas que para dirigirlas contra alguien, quien sea, para crear la imagen del enemigo, como fue el caso durante la Guerra Fría, y de aprovecharse del derecho a este liderazgo, o dictado si prefieren. La situación se presentó de la misma forma en el curso de la Guerra Fría. Lo sabemos y lo comprendemos bien. Los Estados Unidos han siempre dicho a sus aliados: “Tenemos un enemigo común, un enemigo terrible, el centro del mal, y nosotros os protegeremos, aliados nuestros, de este enemigo y, por lo tanto, tenemos el derecho de daros órdenes, de forzaros a sacrificar sus intereses políticos y económicos y a pagar vuestra parte de los costos de esta defensa colectiva, pero nosotros seremos los responsables de todo aquello, desde luego.” Resumiendo, nosotros vemos actualmente tentativas, en un mundo nuevo y cambiante, de reproducir modelos conocidos en la gestión global, y todo aquello para garantizar a los Estados Unidos su situación excepcional y para cosechar dividendos políticos y económicos. Sin embargo, aquellas tentativas con cada ves màs desconectadas de la realidad y en contradicción con la diversidad del mundo. Medidas de este género crean inevitablemente confrontaciones y provocan medidas en contra, y tienen como resultado el efecto inverso de aquello que se desea. Vemos lo que pasa cuando la política comienza a inmiscuirse imprudentemente en la economía y que la lógica de las decisiones racionales cede su lugar a la lógica de la confrontación, que no consigue más que dañar sus propias posiciones e intereses económicos de los países en cuestión, incluidos los intereses de las empresas nacionales. Los proyectos económicos comunes y las inversiones mutuas acercan objetivamente países y contribuyen a allanar los problemas actuales entre estados. Pero hoy en día, la comunidad mundial de negocios planta cara a presiones sin precedentes de parte de gobiernos occidentales. ¿De qué negocios, de qué oportunidades económicas o de qué pragmatismo podemos aún hablar cuando escuchamos slogans tales como: la patria está en peligro”, “el mundo libre está amenazado” y “la democracia está en peligro”? Y todo el mundo debe entonces movilizarse. He ahí a lo que se parece una verdadera política de movilización. Las sanciones ya minan los fundamentos del comercio mundial, las reglas de la OMC y el principio de inviolabilidad de la propiedad privada. Ellas golpean peligrosamente el modelo liberal de la mundialización fundada sobre los mercados, la libertas y la competencia que, permítanme subrayarlo, es precisamente un modelo que antes que nada beneficia a los países occidentales. Y ahora, corren el riesgo de perder la confianza en tanto que gobernantes de la mundialización. Debemos preguntarnos, ¿por qué era eso necesario? Después de todo, la prosperidad de los Estados Unidos descansa en gran parte sobre la confianza de los inversores y detentores extranjeros de dólares y de valores inmobiliarios estadounidenses. Esta confianza ha sido puesta en duda y signos de desilusión con respecto a los frutos de la mundialización son visibles en numerosos países. El precedente bastante conocido de Chipre y las sanciones por razones políticas han hecho que se refuerce la tendencia a buscar fortalecer la soberanía económica y financiera y la voluntad de los países o de sus grupos regionales de encontrar medios de protegerse contra los riesgos de las presiones exteriores. Vemos ya que cada vez más países buscan maneras ser menos dependientes del dólar y ponen en marcha sistemas financieros, de pagos y monedas de reserva alternativos. Pienso que nuestros amigos americanos están simplemente serruchando la rama sobre la que están sentados. No podemos mezclar la política con la economía, pero es lo que pasa en la actualidad. Siempre pensé, y lo sigo pensando, que las sanciones por motivos políticos son un error que a todos debilita, pero estoy seguro que volveremos a ese punto. Sabemos cómo esas decisiones fueron tomadas y quién ejercía las presiones. Pero permítanme señalar que Rusia no va a perder su tranquilidad, no se va a ofender o mendigar en la puesta de quien sea. Rusia es un país auto-suficiente. Vamos a trabajar en el seno del ambiente económico internacional que ha tomado forma, desarrollar la producción y la tecnología nacionales y reaccionar de manera más decisiva para concretar nuestra transformación. Las presiones del exterior, como fue el caso en varias ocasiones en el pasado, no hicieron más que consolidar nuestra sociedad, mantenernos en vela y llevarnos a concentrar sobre nuestros principales objetivos de desarrollo. Desde luego, las sanciones constituyen un obstáculo. Intentan debilitarnos por sanciones, poner tabas a nuestro desarrollo y aislarnos política, económica y culturalmente, en otras palabras, hacernos retroceder. Pero el mundo ha cambiado mucho. No tenemos la intención de aislarnos de nadie ni de escoger una especia de vía de desarrollo cerrada, intentando vivir en autarquía. Estamos siempre abiertos al diálogo, incluido con respecto de la normalización de nuestras relaciones económicas y políticas. Contamos con el acercamiento práctico de miles de negocios en los principales países. Algunos dicen actualmente que Rusia da la espalda a Europa y busca de nuevo a sus socios comerciales, sobretodo en Asia. Déjenme decir que no es el caso en absoluto. Nuestra política activa en la región Asia-Pacífico no comenzó ayer, y no responde a sanciones, sino que es una política que seguimos desde hace un buen número de años. Como muchos otros países, incluidos los países occidentales, hemos visto que Asia juega un role cada vez más importante en el mundo, en la economía y en la política, y no podemos simplemente ignorar ese desarrollo. Todo el mundo reacciona así, y nosotros lo vamos a hacer también, más aún si una gran parte de nuestro país está geográficamente situada en Asia. ¿A nombre de qué no deberíamos hacer uso de nuestras ventajas de competencia en este ámbito? Sería demostrar una visión extremadamente corta si no lo hiciéramos. El desarrollo de las relaciones económicas con esos países y la realización de proyectos de integración comunes crean también grandes incitaciones hacia nuestro desarrollo nacional. Las tendencias demográficas, económicas y culturales actuales sugieren que la dependencia a una sola superpotencia va a disminuir objetivamente. Es una cosa que los expertos europeos y americanos han de igual manera evocado en sus reuniones y trabajos. Tal vez la evolución de la política internacional será el reflejo de la evolución de la economía mundial, a saber, la competencia intensa por nichos específicos y cambios frecuentes de dirigentes en ámbitos precisos. Lo que es de hecho posible. No hay duda de que factores humanitarios tales como la educación, la ciencia, la salud y la cultura juegan un rol más importante dentro de las relaciones internacionales, incluido porque ese soft power dependerá de una larga medida de realizaciones concretas en el desarrollo del capital humano más que en jugadas sofísticas de la propaganda. Al mismo tiempo, el mundo policéntrico que emerge no mejora en absoluto la estabilidad. El objetivo de alcanzar un equilibrio mundial se está convirtiendo en un dolor de cabeza bastante difícil, una ecuación con muchos factores desconocidos. ¿Qué nos reserva el futuro, si escogemos no respetar las reglas, incluso si estas pueden ser estrictas y poco prácticas? Y este escenario es de hecho posible, teniendo en cuenta las tensiones en la situación internacional. Muchas predicciones ya se pueden hacer, teniendo en cuenta las tendencias actuales, y desgraciadamente, ellas no son optimistas. Si no creamos un sistema claro de compromiso y de acuerdos mutuos, si no construimos mecanismos de gestión y de resolución de situaciones de crisis, los síntomas de la anarquía mundial van a crecer inevitablemente. Hoy en día, ya vemos un fuerte aumento de la probabilidad de todo un conjunto de conflictos violentos con la participación directa o indirecta de las grandes potencias mundiales. Y los factores de riesgo comprenden no solo conflictos multinacionales tradicionales, también la inestabilidad interna en distintos Estados, sobre todo cuando se habla de naciones situadas en el cruce de los intereses geopolíticos de las grandes potencias, o en la frontera de los límites de las civilizaciones culturales, históricos y económicos. Ucrania, que estoy seguro, ha sido largamente evocada y de la que hablaremos aún, es uno de los ejemplos de esta clase de conflictos que afectan el equilibrio internacional de las potencias, y pienso que no será ciertamente el último. Es de ahí de donde surge la próxima verdadera amenaza de destruir el sistema actual de acuerdos de control de armamentos. Y ese peligroso proceso ha sido iniciado por los Estados Unidos de América cuando ellos se retiraron unilateralmente del Tratado sobre misiles anti-balísticos (ABM) en 2002, luego se lanzaron en la creación de su sistema global de defensa antimisiles y continúan en la actualidad activamente ese proceso. Insisto en subrayar que nosotros no somos causantes de todo aquello. Una vez más, resbalamos hacia un tiempo donde, en lugar de equilibrio de intereses y de grandes garantías mutuas, será el miedo y el equilibrio de la destrucción mutua que dificultarán a las naciones entregarse a un conflicto directo. En ausencia de instrumentos jurídicos y políticos, las armas se convierten de nuevo en el eje del orden del día en el mundo; estas son utilizadas de cualquier manera y en cualquier lugar, sin la mínima sanción del Consejo de seguridad de la ONU. Y si el consejo de seguridad se niega a otorgar tales sentencias, es cuando se la condena como un instrumento anticuado e ineficiente. Numerosos Estados no ven otro medio de asegurar su soberanía si no es obteniendo sus propias bombas. Lo que es extremadamente peligroso. Nosotros insistimos en la necesidad de continuar las negociaciones. No estamos solamente a favor de negociaciones, además insistimos en la necesidad de continuar conversaciones sobre la reducción del arsenal nuclear. Mientras tengamos menos armas nucleares en el mundo, será mejor. Y estamos listos para llevar las discusiones más serias y concretas sobre el desarme nuclear –pero solo discusiones serias sin doble cara, doble postura. ¿A qué me refiero? Actualmente, numerosos tipos de armas de alta precisión son asimilables a armas de destrucción masiva en términos de capacidad, y en caso de renuncia completa a las armas nucleares o a la reducción radical del potencial nuclear, las naciones líderes en la creación y producción de sistemas de alta precisión tendrán una clara ventaja militar. La igualdad estratégica estará perturbada, lo que es susceptible a conllevar desestabilización. El recurso del dichoso ataque preventivo global puede convertirse en tentador. En resumen, los riesgos no disminuyen, sino se intensifican. La siguiente amenaza evidente es la escalada de conflictos étnicos, religiosos y sociales. Tales conflictos son peligrosos no solo por sí mismos, también porque crean zonas de anarquías de ausencia total de leyes y de caos alrededor de ellos, lugares cómodos para terroristas y criminales, y donde la piratería, el tráfico de seres humanos, el tráfico de la droga florecen. De hecho, nuestros colegas han intentado controlar más o menos esos procesos, explotar los conflictos regionales y de concebir “revoluciones de colores” en función a sus intereses, pero el genio se ha escapado de la lámpara. Parece que los padres de la teoría del caos controlado, ellos mismos, no saben más qué hacer; hay confusión de su lado. Nosotros seguimos de cerca las discusiones a la vez en el seno de la élite dirigente y de la comunidad de expertos. Basta con mirar los titulares de la prensa occidental del año pasado. Las mismas personas son llamadas combatientes por la democracia, luego islamistas; primero hablan de revolución, luego hablan de motines y de revueltas. El resultado es evidente: la propagación del caos mundial. Queridos colegas, en vista de la situación mundial, es tiempo de ponernos de acuerdo en asuntos fundamentales. Esto es de una importancia y de una necesidad extrema. Esto valdrá mucho más que retirarnos en nuestras propias trincheras. Mientras más hagamos frente a los problemas conocidos, más nos encontremos en el mismo barco, por así decirlo. Y la manera sensata de encontrar una salida resida en la cooperación entre las naciones, las sociedades, en el hecho de encontrar respuestas colectivas a los desafíos crecientes y en la gestión común de riesgos. Cierto, algunos de nuestros socios por sus propias razones, no se acuerdan de eso cuando es de su interés. La experiencia práctica muestra que las respuestas comunes a los desafíos no son siempre un panacea, pero es necesario que comprendamos eso. Por otra parte, en la mayor parte de los casos, son difíciles a alcanzar: no es fácil superar diferencias sobre los intereses nacionales y la subjetividad de diferentes puntos de vista, en particular cuando se trata de países que tienen tradiciones culturales e históricas diferentes. Sin embargo, tenemos ejemplos donde, existiendo objetivos comunes y reaccionando apoyados en los mismos criterios, hemos obtenido colectivamente verdadero éxito. Déjenme recordarles la solución al problema des las armas químicas en Siria, y el diálogo de fondo consecuente sobre el programa nuclear iraní, también nuestro trabajo sobre los asuntos norcoreanos, que también conocieron resultados positivos. ¿Por qué no podemos utilizar esta experiencia local y mundial? ¿Cuál podría ser la base jurídica, política, y económica para el nuevo orden mundial que permita la estabilidad y la seguridad, alentando una sana competencia, y no permitiendo la formación de nuevos monopolios que dificulten el desarrollo? Es poco probable que quien sea pueda proponer desde hoy soluciones totalmente exhaustivas y listas a ser utilizadas. Necesitaremos trabajar mucho y de la partición de un amplio abanico de gobiernos, de empresas mundiales, de la sociedad civil y de plataformas de expertos como los que están presentes aquí. Sin embargo, es evidente que el éxitos y los resultados reales son posibles solo si los participantes claves en las negociaciones internacionales pueden ponerse a acuerdo sobre la armonización de intereses de base, sobre el hecho de imponer límites razonables, y dar el ejemplo de un liderazgo positivo y responsable. Debemos identificar claramente donde se terminan las acciones unilaterales y necesitamos poner en marcha mecanismos multilaterales. Y en el cuadro del perfeccionamiento de la eficacidad del derecho internacional, debemos resolver el dilema entre las acciones de la comunidad internacional para asegurar la seguridad y los derechos del hombre, y el principio de la soberanía nacional y de la no-injerencia en los asuntos interiores de un Estado, sea el que sea. Estas colisiones incluso conducen cada vez más a una interferencia exterior arbitraria en procesos internos complejos, y más aún, provocan conflictos peligrosos entre los principales actores mundiales. La cuestión sobre la preservación de la soberanía pasa a ser casi primordial en el mantenimiento y el reforzamiento de la estabilidad mundial. Es evidente que discutir sobre criterios de utilización de la fuerza exterior es sumamente difícil. Es prácticamente imposible separarla de los intereses de naciones particulares. No obstante, es más peligroso quedarse en una situación donde no hay acuerdos que sean claros para todo el mundo, y donde las condiciones claras para la injerencia necesaria y legal no están fijadas. Añadiría que las relaciones internacionales deben estar basadas en el derecho internacional, el cual debe sustentarse en principios morales tales como la justicia, la igualdad y la verdad. Tal vez lo más importante es el respeto de los socios y de sus intereses. Es una fórmula evidente, pero el hecho de respetarla, podrá cambiar radicalmente la situación mundial. Estoy seguro que con una voluntad real, podemos restaurar la eficacidad del sistema internacional y de las instituciones regionales. No tenemos ni siquiera la necesidad de reconstruir algo de nuevo, a partir de cero; no se trata de una “tierra virgen”, más aún que las instituciones creadas después de la Segunda Guerra mundial son relativamente universales y pueden ser dotadas de un contenido moderno y adecuado para dirigir la situación actual. Esto es correcto en cuanto al mejoramiento del trabajo de la ONU, cuyo rol central es irremplazable, así como el de la OSCE, que durante 40 años, ha demostrado que era un mecanismo necesario para asegurar la seguridad y la cooperación en la región euro-atlántica. Debo decir que incluso hoy en día, intentando resolver la crisis en el sureste de Ucrania, la OSCE juega un rol muy positivo. A la luz de los cambios fundamentales en el desarrollo internacional, del aumento de desórdenes incontrolables y de diversas amenazas, necesitamos nuevamente el consenso mundial de las fuerzas responsables. No se trata de concluir ciertas transacciones locales o de una repartición de las zonas de influencia dentro del espíritu diplomático clásico ni de asegurar la dominación global y completa de quien sea. Pienso que tenemos la necesidad de una nueva versión de la interdependencia. No deberíamos temerla. Al contrario, es un buen instrumento para armonizar las posiciones. Esto es particularmente pertinente dado el reforzamiento y el crecimiento de ciertas regiones del planeta, procesos que necesitan objetivamente la institucionalización de esos nuevos ejes, para la creación de potentes organizaciones regionales y la elaboración de reglas para su interacción. La cooperación entre esos centros contribuirá seriamente a la estabilidad de la seguridad, de la política y de la economía mundial. Pero, con el fin de establecer tal diálogo, debemos partir del postulado según el cual todos los centros regionales y proyectos de integración que se forman alrededor de ellos deben tener los mismos derechos hacia el desarrollo para que puedan complementarse mutuamente y que nadie pueda artificialmente forzarlos a entrar en conflictos o en oposición. Con acciones destructivas de ese tipo se rompen los vínculos entre los Estados, y los Estados mismos estarán sometidos a dificultades extremas, incluso la destrucción total. Me gustaría recordarles los acontecimientos del año pasado. Nosotros prevenimos a nuestros socios americanos y europeos que las decisiones precipitadas tomadas a la ligera, por ejemplo, sobre la asociación de Ucrania con la UE estaba llena de graves riesgos para la economía. Nunca si quiera evocamos problemas políticos; hablamos de economía diciendo que tales medidas, puestas en práctica sin acuerdos previos, dañarían los intereses de otros numerosos países, entre ellos Rusia –dado que es el principal socio comercial de Ucrania– y que un largo debate sobre ello era necesario. Además, sobre este punto, les recuerdo por ejemplo que las negociaciones de Rusia con la OMC han durado 19 años. Fue un trabajo muy difícil, y un cierto consenso fue alcanzado al fin y al cabo. ¿Por qué les subrayo este punto? Porque poniendo en práctica este proyecto de asociación con Ucrania, nuestros socios vinieron por la puerta trasera, con sus bienes y servicios para decirnos que también harían lo mismo, y porque nosotros no dimos nuestro acuerdo para que se realizara. Nadie nos preguntó nada con respecto a ese asunto. Tuvimos discusiones sobre todos los temas ligados a la asociación de Ucrania con la UE, discusiones persistentes, pero me limito a subrayar que nuestra acción fue llevada de manera civilizada, indicando los problemas posibles, y señalando razonamientos y argumentos evidentes. Pero nadie quiso escucharnos ni dialogar. Nos dijeron simplemente: no son vuestros asuntos, punto, fin de la discusión. En lugar del diálogo civilizado que nosotros proponíamos, llevaron al país al caos y al derrocamiento, al hundimiento económico y social, la guerra civil con pérdidas considerables. ¿Por qué? Cuando les pregunto a mis colegas por qué, ellos no tienen respuesta; nadie dice nada. Es todo. Todo el mundo se desentiende, diciendo que simplemente pasó así. Esas acciones no debieron ser alentadas –aquello no podía funcionar. El antiguo presidente ucraniano, Viktor Ianukovitch había firmado todo, estaba de acuerdo con todo. ¿Por qué lo hicieron? ¿Con qué objetivo? ¿Fue una manera civilizada de resolver los problemas? Aparentemente, aquello que fomentan constantemente nuevas “revoluciones de colores” se consideran brillantes artistas y no pueden simplemente detenerse. Yo estoy seguro que el trabajo de asociaciones integradas, la cooperación de estructuras regionales, debe ser construido sobre una base transparente y clara. El proceso de la formación de la Unión Económica Euroasiática es un buen ejemplo de tal transparencia. Los Estados que forman parte de dicho proyecto informaron a sus socios de sus planes son antelación, precisando los parámetros de nuestra asociación y los principios de su trabajo, el cual corresponde plenamente a las reglas de la Organización Mundial de Comercio. Añadiría que hubiéramos podido acogido favorablemente en inicio de un diálogo concreto entre Eurasia y la UE. De hecho, rechazaron casi categóricamente esto, es igualmente difícil comprender las razones. ¿Qué hay de sorprendente en todo aquello? Pues, desde luego, que con una trabajo similar en conjunto, se puede podría que debemos comprometernos en un diálogo acerca la necesidad de crear un espacio común para la cooperación económica y humanitaria extendiéndose desde el Atlántico hasta el Océano Pacífico. Queridos colegas, Rusia ha escogido. Nuestras prioridades son mejorar todavía nuestras instituciones democráticas y nuestra economía abierta, acelerar nuestro desarrollo interno, teniendo en cuenta todas las tendencias modernas positivas observadas en el mundo, consolidando nuestra sociedad sobre la base de valores tradicionales y del patriotismo. Tenemos una agenda pacífica y positiva dirigida hacia la integración. Trabajamos activamente con nuestros colegas de la Unión Económica Eurasiática, de la Organización de Cooperación de Shangai, Del BRICS y otros socios. Este programa está destinado a fortalecer los vínculos entre los gobiernos, no a debilitarlos. No prevemos formar bloques o participar en un intercambio de golpes. Las afirmaciones y declaraciones según las cuales Rusia intenta establecer una especie de imperio, avanzando sobre la soberanía de sus vecinos, no tiene ningún fundamento. Rusia no tiene necesidad de ningún rol especial o exclusivo en el mundo –lo subrayo. Siempre respetando los intereses de los otros, queremos simplemente que nuestros propios intereses sean tomados en cuenta y que nuestra posición sea respetada. Estamos bastante conscientes del hecho de que el mundo ha entrado en una era de cambios y transformaciones globales, en la que tenemos todos necesidad de un grado particular de prudencia y de la capacidad de evitar toda medida no meditada. En los años consecutivos a la Guerra Fría, los actores políticos mundiales perdieron de alguna manera sus cualidades. Ahora, debemos recordarlas. Sino la esperanza de un desarrollo estable y pacífico será una ilusión peligrosa, mientras que la crisis actual servirá solamente como preludio a un enfrentamiento de orden mundial. Sí, desde luego, ya he subrayado que la construcción de un orden mundial más estable es una labor difícil. Hablamos de una labor a larga y difícil. Alcanzamos con éxito la elaboración de reglas para la interacción luego de la Segunda Guerra mundial, y logramos un acurdo en Helsinki en los años 70. Nuestro deber común es resolver este desafío fundamental en esta nueva etapa de desarrollo. Yo les agradezco sinceramente vuestra atención.
PD1: disculpen los errores, no soy traductor profesional (por ahora).


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